viernes, 4 de junio de 2010



Maestro sin par del arte pictórico, el sevillano Diego Velázquez adornó su carácter con una discreción, reserva y serenidad tal que, si bien mucho se puede decir y se ha dicho sobre su obra, poco se sabe y probablemente nunca se sabrá más sobre su psicología. Joven disciplinado y concienzudo, no debieron de gustarle demasiado las bofetadas con que salpimentaba sus enseñanzas el maestro pintor Herrera el Viejo, con quien al parecer pasó una breve temporada, antes de adscribirse, a los doce años, al taller de ese modesto pintor y excelente persona que fuera Francisco Pacheco. De él provienen las primeras noticias, al tiempo que los primeros encomios, del que sería el mayor pintor barroco español y, sin duda, uno de los más grandes artistas del mundo en cualquier edad

LAS MENINAS
De entre los retratos que realizó de la familia real, hay uno que goza de inmensa fama, y se ha convertido en el paradigma de la obra del pintor: Velázquez y la familia real o Las Meninas. Este cuadro, que ha dado lugar a multitud de interpretaciones, tiene como marco espacial la habitación más importante del apartamento del palacio Real en el que vivía el pintor. En la obra aparece el mismo Velázquez frente al caballete con la cruz de la Orden de Santiago, aunque la distinción fue añadida después a su muerte por orden del rey, ya que Velázquez todavía no la había recibido cuando pintó el cuadro.
En el fondo de la habitación, un espejo refleja la imagen del rey y de la reina; en el centro aparece la infanta Margarita acompañada por dos doncellas reales, y a la derecha del cuadro, en primer plano, figuran la enana Mari-Bárbola y el enano Nicolás de Pertusato, que intenta despertar con el pie a un mastín tumbado en el suelo. Detrás de este grupo hay dos figuras y finalmente, al lado de la escalera, vemos al mayordomo de la reina.
Detalles de Las Meninas (1656)
La composición es de una gran complejidad y constituye un extraordinario ejemplo de pintura de una pintura: los reyes se representan indirectamente, vistos a través de un espejo, mientras que por lo que respecta a los protagonistas de la obra, la infanta y sus acompañantes, no se sabe si son el tema del cuadro en que está trabajando Velázquez o bien si están mirando pintar al artista. Por último, el espectador se siente incluido en el espacio del cuadro, ya que el espejo con las imágenes de los reyes le hace suponer que están contemplando la misma escena que él pero a sus espaldas. Dicho de otro modo, el espectador ocupa ilusoriamente el lugar de los retratados, el lugar de los reyes, y este hecho ha dado pábulo a incesantes especulaciones. Desde el punto de vista de la factura, es una obra de prodigiosa ejecución, incluso dentro de la pintura del artista. Las pinceladas son como toques de luz que modelan los vestidos y los cuerpos, dotándolos de una gran vivacidad.
Por empeño personal de Felipe IV, Velázquez recibiría, un año antes de morir en Madrid el 6 de agosto de 1660, la preciada distinción de caballero de la Orden de Santiago, un honor no concedido nunca ni antes ni después a pintor alguno. Y aunque, al demoler la iglesia, nadie recordaba que sus restos habían sido sepultados en la Parroquia de San Juan Bautista, cuando en 1990 se organizó una magna retrospectiva de su obra en el Museo del Prado, miles y miles de personas llegadas de todos los puntos cardinales afluyeron incesantemente para reír el gesto idiota del bufón Calabacillas, admirar la pincelada que plasma el vestido de una infanta, interrogar la estampa ecuestre del conde duque de Olivares y respirar el aire penumbroso del siglo XVII aquietado e inmortalizado en los cuadros de Velázquez.

jueves, 3 de junio de 2010

claudio coello


(Madrid, 1642-id., 1693) Pintor español. Se le considera el último gran pintor de la escuela madrileña del siglo XVII. Artista dotado de un gran dominio del pincel y excelente colorista, en su obra se advierte la influencia de los pintores venecianos, en particular Tiziano, a los que estudió en las colecciones reales.
Se formó en Madrid con Francisco Ruiz, de quien heredó el gusto por las composiciones escenográficas y monumentales. En 1686 sucedió a Carreño como pintor del rey (ya trabajaba en la corte), y a partir de entonces realizó una cumplida serie de obras de temática religiosa que culminó en La adoración de la Sagrada Forma, su realización más conseguida.
El mérito de este cuadro reside en que combina la temática religiosa con el retrato, así como en la arquitectura que enmarca la escena; en ella se ve a Carlos II y su corte (una magnífica galería de retratos) en la sacristía de El Escorial (recreada con una perspectiva de tipo ilusionista) en un acto de adoración de la Sagrada Forma. Se trata, sin duda, de una obra muy original, que proporcionó al artista un éxito considerable, pese a lo cual no fue elegido para ejecutar un importante programa decorativo en El Escorial, obra que le fue encomendada al italiano Luca Giordano.
Este fracaso entristeció a tal punto al artista, que en lo sucesivo sólo trabajó en la catedral de Toledo, donde decoró al fresco el techo de la sacristía, y en la madrileña casa de la Panadería, en la cual realizó decoraciones, también al fresco, que se cuentan entre lo mejor de su obra. Cultivó casi exclusivamente la temática religiosa y el retrato, género este último en el que mostró particular habilidad.

francisco de zurbaran


Francisco de Zurbarán nace en el año de 1598 en el pueblo pacense de Fuente de Cantos, hijo de un mercero que le enviará antes de cumplir veinte años a Sevilla, a estudiar con el pintor Pedro Díaz de Villanueva. Una vez completado su aprendizaje, que no durará mucho, Zurbarán regresará a su Extremadura natal, a la localidad de Llerena, donde contraerá matrimonio por dos veces y se establecerá, hasta la fecha de 1626 en que es reclamado a Sevilla para llevar a cabo la ejecución de un importante encargo.
La orden de los Dominicos deseaba una serie de cuadros acerca de la vida monástica para su convento de San Pablo, convirtiéndose la buena realización de los mismos en el detonante para la consecución de otro encargo más, proveniente en este caso del convento de la Merced en 1628, transmitiendo el Ayuntamiento de Sevilla al pintor, un año más tarde, su deseo de que se instalara de forma definitiva en la ciudad, siendo aceptada la propuesta por éste.
Lo cierto es que Zurbarán gozó de fama en su época, algo que propició que nunca le faltaran los encargos, en mayor o menor medida, los cuales se sucedieron a lo largo de los años en forma de peticiones de grandes series pictóricas por parte de diversas órdenes religiosas (Jerónimos, Cartujos…), aunque también llegará a enfrentarse al tema mitológico durante la breve estancia que pase en Madrid participando en la decoración del Palacio del Buen Retiro, no saliendo demasiado airoso de esta prueba, y al género del bodegón, del que se revelará maestro.
Hacia la mitad de su vida la desgracia le alcanzó en la forma de la defunción de su segunda esposa (tras lo que se volvió a casar), una disminución de trabajo y el sufrimiento de la peste de 1649, que se llevará a uno de sus hijos, Juan el pintor.
Además, con el paso de los años Francisco habrá de ser testigo de cómo el nuevo estilo de un cada vez más apreciado Murillo se va imponiendo poco a poco, en detrimento de su propia elección. Finalmente decidirá partir de nuevo a Madrid a la vera de su amigo Velázquez, instalándose de forma definitiva hasta su muerte en esta ciudad, casi una década después y rodeado de estrecheces económicas, en el año de 1664.

alonso cano


Alonso Cano nace en 1601 en Granada, de padre retablista que decidirá la mudanza de la familia a Sevilla cuando el hijo cuente alrededor de doce años. Será en esta ciudad donde este versátil artista, pintor y autor de diseños para arquitectura, realice su formación como escultor, aprendiendo al lado de Martínez Montañés, y como pintor, durante un breve periodo, de la mano de Pacheco, cuya condición de maestro de Velázquez convertirá a ambos muchachos en condiscípulos.
De esta inicial etapa andaluza data su primera obra fechada, un cuadro que representa a San Francisco de Borja (1624), además de una temprana e importante colaboracion en la Iglesia de Santa María de Lebrija (1629), diseñando y esculpiendo las piezas para el retablo de su altar mayor.
Alonso va a residir en Sevilla hasta el año de 1638 en que se traslade a Madrid, donde realizará un descubrimiento que resultará clave en su producción posterior: las grandes colecciones de grabados y dibujos del rey.
Su fama en la Corte será tal que, además de trabajar como pintor de cámara del Conde-Duque de Olivares, recibirá el encargo, junto a Velázquez, de seleccionar nuevas obras para el incendiado Palacio del Retiro y restaurar algunas de las dañadas.
Lo cierto es que su vida fue bastante inquieta (aunque en su serena obra no se aprecie dicha circunstancia), llegando incluso a verse obligado a abandonar la Corte acusado de haber intervenido en el asesinato de su segunda esposa.
Cano optará por retirarse a un exilio forzoso, Valencia en estos momentos (1644), donde permanecerá durante un corto periodo de tiempo antes de regresar a Madrid. Es fInalmente en esta ciudad donde se decanta por la pintura y se puede apreciar un cambio en su estilo, ahora mucho más delicado, que ya en su etapa sevillana había iniciado un viaje por la senda del clasicismo.
Hacia 1652 regresará a su ciudad natal, donde permanecerá hasta su muerte en 1667, recibirá el cargo de racionero de la Catedral de Granada y llevará a cabo parte importante de su producción en la capilla mayor de la misma con una obra mariana seriada.

jose churrigueray familia


Jose Simón Churriguera (Barcelona?, ?-Madrid, 1682) y sus hijos José Benito (Madrid, 1665-id., 1725), Joaquín (Madrid, 1674-Salamanca o Plasencia, 1724) y Alberto (Madrid, 1676-Orgaz, España, 1750). Familia de arquitectos y escultores españoles, activos en Castilla durante los siglos XVII y XVIII. José Simón Churriguera nació en el seno de una familia de artistas y se estableció en Madrid hacia 1664, donde nació su hijo José Benito Churriguera, el principal escultor y arquitecto de la familia, al que se debe la denominación de estilo «churrigueresco» que se aplica a las obras realizadas por él y por algunos de sus hermanos, en las que el recargamiento decorativo es lo esencial y domina sobre los elementos sustentantes hasta el punto de ocultarlos en algunos casos.
Trabajó en Segovia (capilla del Sagrario de la catedral) y en Madrid (catafalco de la reina María Luisa de Orleans), antes de establecerse en 1692 en Salamanca, donde fue maestro mayor de la catedral nueva y esculpió multitud de retablos, a los que debe esencialmente su fama; entre todos ellos, destaca el retablo mayor del convento de San Esteban, una de sus obras maestras. Proyectó más tarde el palacio de Goyeneche (hoy Academia de San Fernando) y el complejo urbanístico de Nuevo Baztán (1709-1713), modelo paradigmático de la planificación urbanística de la época.
Su hermano Joaquín Churriguera, arquitecto y escultor, dejó obras en Salamanca (en particular, el colegio de Calatrava) y en León. Como retablista (retablo mayor del convento de Santa Clara de Salamanca, retablo del Tránsito de la Virgen de la catedral de Palencia) se le deben obras complicadas, de estilo fastuoso y espectacular escenografía.
Alberto Churriguera, hermano de los anteriores, después de realizar la sacristía y el coro de la catedral nueva de Salamanca (1724), se ocupó de la magnífica plaza Mayor de Salamanca, concluida por A. García de Quiñones en 1755.

el escorial


Decidido a fundar el Monasterio, Felipe II inició en 1558 la Búsqueda del lugar idóneo para su emplazamiento, que fijó a finales de 1562 en El Escorial. La obra según el proyecto o "traza universal" de Juan Bautista de Toledo. En 1571 la parte destinada a convento estaba ya casi concluida; en 1572 se comenzó la Casa del Rey y en 1574 la Basílica, consagrada en 1595, fecha en que puede considerarse finalizada la obra, aunque la última piedra se colocara en 1584 y la tarea decorativa se prolongase algunos años. El Rey supervisó personalmente toda la construcción, de la que eran responsables el arquitecto, el prior y dos comisiones. El arquitecto era nombrado directamente por el Rey y sólo a él tenía que dar cuenta de su trabajo y no al prior, que por lo demás era la máxima autoridad de la obra.
El Escorial no puede considerarse obra de un solo arquitecto, sino fruto de una compleja colaboración en la que destacan dos proyectistas: Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. Al primero, que había trabajado en el Vaticano como ayudante de Miguel Ángel, le corresponde la disposición de la planta general y la mayor parte de las trazas. Durante el periodo en el que el segundo dirigió las obras se edificó casi todo el conjunto, incluidas diversas partes que no habían sido diseñadas por Toledo. Teniendo en cuenta las numerosas consultas realizadas a otros arquitectos italianos y españoles para llegar a las síntesis finales, hay que considerar que la obra de El Escorial es una emanación particularísima del carácter de Felipe II. Tampoco hay que olvidar la importancia de los maestros de obra y aparejadores como Fray Antonio de Villacastín, Pedro de Tolosa, Diego de Alcántara o Juan de Minjares. Discípulo de Herrera y continuador de su tarea a partir de 1583, fue Francisco de Mora.
A partir de entonces El Escorial ha sido obra de continuas reformas y reconstrucciones; Felipe III inició la obra del Panteón. Felipe IV lo terminó y enriqueció la colección de pintura. Carlos II mandó reconstruir el monasterio a Bartolomé Zumbigo tras el incendio de 1671. A partir de 1767, Carlos III ordenó la urbanización del lugar construyendo las casa nuevas de la Lonja y las casitas del Príncipe y el Infante. A Carlos IV se debe la remodelación de la fachada norte y la decoración del Palacio de los Borbones.
En los siglos XIX y XX , con las leyes desamortizadoras, los bienes fundacionales del Monasterio pasaron a manos de la corona. El Monasterio se destinó a diferentes usos religiosos hasta su adscripción a los monjes agustinos en 1875.

DESCRIPCIÓN Y PARTES DEL MONASTERIO

Contemplado desde fuera, el monasterio de El Escorial parece una enorme estructura horizontal, cerrada y hermética, salpicada por los acentos verticales de las torres que rodean la cúpula central. Construido en granito, su masa gris se caldea alcanzando tintes dorados en sus fachadas meridional y occidental. Los tejados, realizados a base de pizarra, resplandecen como si se tratara de muros de plata inclinados. El carácter sólido y cerrado se acentúa todavía más por la relativa pequeñez de sus vanos, que rítmicamente alineados puntean sus muros. Este estilo "desornamentado" es el elemento característico de El Escorial. Desde el exterior del monasterio se pueden observar la Lonja, los Corredores del Sol y los jardines.
La Fachada Principal: Resulta evidente su forma eclesiástica (con dos órdenes dórico y jónico superpuestos), con sus medias columnas lisas enfatizando el carácter religioso del conjunto.
El Convento: Ocupa la zona occidental del Monasterio. Esta organizada siguiendo un esquema cruciforme, con cuatro brazos que enmarcan cuatro pequeños claustros, llamados Patios Chicos. El centro de la cruz está constituido por un elevado zaguán, verdadera lucerna interior de sobria apariencia y torre enchapitelada al exterior. Daba paso a cuatro salas rectangulares: la cocina, el refectorio, la caja de necesarias y la ropería.
Claustro Principal: Ocupa la zona oriental del convento. Es una estructura de dos pisos con arcos sobre pilares y medias columnas dóricas y jónicas, en correcta superposición de los órdenes clásicos: su configuración parte de los patios romanos renacentistas, pero los supera por su amplitud y horizontalidad. En el centro se halla el célebre templete de los Evangelistas, última obra de Juan de Herrera para el monasterio: el exterior es de granito mientras que el interior está chapado de ricas piedras duras y se presenta como un tholos clásico. Está coronado por una cúpula también de granito. Posee estructura centralizada con planta pseudoctogonal.
El Palacio Privado: Se encuentran rodeando el ábside de la basílica. Se halla conectado visualmente tanto con los exteriores ajardinados como con el altar mayor de la iglesia. Sus habitaciones eran muy sencillas y de moderado tamaño. Su centro es el Patio de Mascarones con tres pandas sobre columnas y arcos en el piso inferior. El cuarto lado del patio queda ciego con dos fuentes en sus muros con surtidores con mascarones, de ahí el nombre.
El Palacio Público: Está situado en la zona oriental del sector norte, estuvo destinado a ser el palacio de la corte. Se organiza en torno a un gran patio similar al claustro principal aunque sustituye las medias columnas por pilastras
Colegio y Seminario: Situados en la zona norte, en un principio fueron ideados como área de servicios, función que sólo permanecería en uno de sus cuatro patios. El seminario y el colegio disponían de cocinas, refectorio, necesarias y dormitorios, añadiéndose las correspondientes aulas para las lecciones y un pasadero utilizado como lugar de recreo.
La Biblioteca: Se halla en la parte central delantera. Es un enorme salón abovedado.Adosadas a sus muros quedan las estanterías de madera bicroma compuestas de columnas dóricas con pedestales, entablamento con triglifos y metopas y bolas de remate.
Patio de los Reyes: Situada en el centro, precede a la basílica. Está compuesta de tenues pilastras asimétricas y al final consta de una escalinata que da paso al templo "sacralizando " de este modo el pavimento elevado de la basílica.
La Basílica: Antes de penetrar en el templo, se accede primero a la capilla pública del sotacoro, capilla funeraria y privada. Se trata de una estructura centralizada, célebre por su planísima bóveda vaída central, y cuya planta repite a menor escala la zona principal. La zona de la basílica propiamente dicha consta de un cuerpo centralizado, de planta cuadrada y ábsides planos, con cúpula central y cuatro bóvedas de cañón, mientras que los espacios de las esquinas se cubren con vaídas. La planta se inspiró en San. Pedro de Roma pero cuadrando sus ábsides curvos. Todas sus bóvedas (de ladrillo) surgen de los muros, horadados en lo alto por un pasadizo que recorre su perímetro interior, y de cuatro grandes pilares ochavados, decorados con parejas de pilastras dóricas. A este bloque central se le añade, longitudinalmente, el sotacoro centralizado y el coro alto a los pies y en la cabecera el sancta sanctorum ancho y poco profundo. La iglesia, de dramática iluminación gracias a su empleo de vanos termales y a la luz cenital de su cúpula. La cúpula es de granito careciendo de revestimiento al exterior. Por primera vez se materializa en España una verdadera cúpula de tambor, más a la manera renacentista que a la romana. La cubrición de la Basílica es de madera (mediante arcadas de ladrillo longitudinales a la bóveda) cubierta con planchas de plomo y teja de pizarra.
Los Museos: Están situados en el centro de la fachada norte y consta de cuatro partes: Sala de San Mauricio, el Museo de Arquitectura, la Galería de Batallas y el Museo de Pintura.
Los Panteones: Se divide en el de los Reyes(s. XVII, barroco, 1 sala) y el de los Infantes(s. XIX, ecléctico, 8 salas).
Panteón de los Reyes: Consta de una cámara circular cubierta con media naranja y cuya circunferencia se segmenta en ocho tramos. Originalmente era de granito pero Felipe III la ordenó revestir de mármoles y bronces.
Panteón de Infantes: Se construyó por iniciativa de Isabel II. El estilo del conjunto da lugar a formas nuevas de pesadez verdaderamente sepulcral. La fría riqueza del material, su colorido y el interés histórico forman su atractivo.
La Casita del Infante: También llamada de Arriba, construida por Juan de Villanueva entre 1771 y 1773. Destaca su noble arquitectura jónica se integra en un jardín aterrazado, a la italiana.
La Casita del Príncipe: También denominada de Abajo, construida al mismo tiempo de la anterior y ampliada entre 1781 y 1784. Además de la mayor envergadura del proyecto, esta casa aventaja a la del Infante en la mejor conservación de su decoración interior.


el barroco en España


Las circunstancias históricas que enmarcan el desarrollo del Barroco en España son:

1. España, de la mano de la Monarquía Hispánica de los Habsburgo, es el paladín de la Contrarreforma Católica derivada del Concilio de Trento.

2. La crisis económica y la decadencia política de la Monarquía Hispánica en Europa, quiebran el espejismo del Imperio y los afanes de gran potencia. La Paz de Westfalia (1648) y el Tratado de Utrecht (1712), tras la Guerra de Sucesión, marcan el devenir histórico de nuestro país. Esta decadencia política, no obstante, no impide el florecimiento de las artes y la cultura.

3. El poder que la Iglesia Católica alcanza en España y la expansión de la religión en el marco del Imperio Americano, determinarán su extraordinaria difusión geográfica. Los modelos barrocos españoles, a los que se suman las raices e influencias indígenas, se difunden por América.

4. La inacabada centralización política del siglo XVII favorecerá el desarrollo de variedades regionales dentro del país, aunque siempre dentro del marco estético y del espíritu barroco.

5. La temática será, por tanto, decididamente religiosa y fiel a las consignas propagandísticas de la Iglesia católica. Los temas profanos están, salvo alguna excepción, excluidos del patrocinio y mecenazgo de la Iglesia o la aristocracia.

6. El arte será utilizado como argumento de convicción y persuasión del poder católico, ya sea civil o religioso. La monarquía, al igual que el clero católico, se emplean a fondo en este uso persuasivo de las artes plásticas o de la arquitectura.

7. El arte se dirige, sobre todo, a la sensación, a lo emocional antes que a la razón. Es por esta razón que en nuestro país se alcanzan altas cotas de dramatismo y teatralidad.


8. La decadencia material contrasta con el esplendor cultural y artístico. El siglo de hierro en lo económico se opone a la riqueza del llamado “Siglo de Oro” de la cultura española, que abarcó todo el siglo XVII.

martes, 1 de junio de 2010

carlos II


Rey de España, último de la Casa de Habsburgo (Madrid, 1661-1700). Hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria, heredó el Trono al morir su padre en 1665, permaneciendo bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Parece ser que los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo y de corta inteligencia, además de impotente, lo que acarreó un grave conflicto sucesorio, al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de la Casa.
Carlos recibió el Trono en una situación turbulenta, marcada por las luchas por el poder entre doña Mariana, Juan José de Austria (hijo bastardo de Felipe IV), Valenzuela y Nithard. Apoyándose en la nobleza, don Juan José marchó sobre Madrid y tomó el poder en 1677, pero murió tan sólo dos años después.
Como Carlos era incapaz de gobernar por sí mismo, siguió confiando el poder a validos como el duque de Medinaceli (1680-85), el conde de Oropesa (1685-91 y 1695-99) y el cardenal Fernández de Portocarrero (1699-1700). Durante este tiempo se arreglaron dos matrimonios sucesivos para el rey, con María Luisa de Orléans (muerta en 1689) y con Mariana de Neoburgo; la desesperación de la corte por no lograr descendencia para continuar la dinastía, llevó a intentar incluso someter al rey a exorcismos, por si fuera cierto que estaba hechizado.
Al verse cada vez más claro que el rey moriría sin descendencia, las potencias europeas empezaron a tomar posiciones para aprovechar el vacío de poder que ello crearía: Austria defendía los derechos sucesorios del archiduque Carlos (el futuro emperador Carlos VI) para intentar recuperar la herencia de los Habsburgo y evitar cualquier tentación hegemónica de Francia.

Pero Luis XIV de Francia maniobró hábilmente para impedir la reedición del imperio de Carlos I y convertir a España en un territorio satélite; por la Paz de Ryswick, de 1697, hizo a España concesiones que, con el apoyo de influyentes personajes de la corte madrileña, moverían a Carlos a designar heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV (dos testamentos anteriores en favor de José Fernando de Baviera quedaron sin efecto al morir aquél en 1699).
Tras la muerte de Carlos se produjo una larga Guerra de Sucesión (1701-14) que enfrentó a los partidarios del archiduque (apoyado por Austria, Inglaterra, Portugal, Holanda, Prusia, Saboya y Hannover) contra los de Felipe de Anjou que, apoyado por Francia, consiguió imponerse como rey de España bajo el nombre de Felipe V, instaurando en el Trono español una rama de la Casa de Borbón.
La debilidad del poder real durante la época de Carlos II y la incapacidad del propio monarca fueron a la vez causa y expresión de la decadencia de la Monarquía de los Austrias en España. Las guerras sostenidas contra Francia se saldaron con sucesivas derrotas: cesión del Franco Condado por la Paz de Nimega (1678), pérdida de Luxemburgo por la Tregua de Ratisbona (1684), invasión francesa de Cataluña (1691)…
La Paz de Utrecht (1713), que puso fin a la Guerra de Sucesión, puede considerarse como la culminación de esa decadencia, pues, a cambio de permitir la instauración de un Borbón en el Trono de España, austriacos e ingleses exigieron compensaciones territoriales a costa de España, que perdió sus posesiones en los Países Bajos e Italia (que pasaron a Austria), Gibraltar y Menorca (a Inglaterra).